“Prometo, por mi conciencia y honor, cumplir fielmente con las obligaciones del cargo de… con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, así como mantener el secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros”
Era enero de este año aciago cuando se constituía el primer gobierno de coalición de nuestra democracia y sus miembros, nada menos que veintidós ministros, utilizaban esta fórmula para tomar posesión de sus cargos. Y lo hacían en el Palacio de la Zarzuela ante el Rey Felipe VI, no ante el “ciudadano borbón” sino ante el Jefe del Estado. Sin Biblia y sin crucifijo pero con la mano puesta sobre el “Libro Sagrado” de nuestra democracia: La Constitución española. El símbolo de unidad y reconciliación de nuestro país aunque siguiendo los acontecimientos de estos últimos días parece que no todos se la han leído.
Necesitamos referentes y no los tenemos. Estamos normalizando un peligroso todo vale, aquí cada uno puede decir lo que le apetezca a golpe de tweet y no pasa nada. Se nos ha olvidado la importancia de dar ejemplo. No discuto que es un gobierno democráticamente elegido, pero desde luego no es digno de España, ni de la situación sanitaria, social y económica que tenemos, ni mucho menos es el que nos merecemos. Un gobierno está para solucionar problemas no para crearlos y además generar inseguridad jurídica y hacer tambalear el primer artículo de la Constitución “La Monarquía Parlamentaria”.
El Ministro de Consumo Alberto Garzón dice alegremente que “La monarquía hereditaria maniobra contra el Gobierno democráticamente elegido, incumpliendo de ese modo la constitución que impone su neutralidad” y aquí no pasa nada, aunque sus palabras sean del todo inadmisibles. Y el vicepresidente Pablo Iglesias dice que el objetivo es “Acabar con la Monarquía y avanzar hacia un horizonte republicano” y tampoco pasa nada. Aunque estas declaraciones dichas por miembros del Gobierno de España parezcan un “intento de Golpe de Estado” desde dentro y esto es muy grave, gravísimo y más con la que tenemos encima.
Y quizá estos comportamientos los podemos entender atendiendo a la fórmula que ultilizaron para tomar posesión de sus cargos: “la conciencia y el honor”. Valores que son patrimonio del espíritu, de la moral o como diría Calderon de la Barca, del alma. Y precisamente eso es lo que les falta: valores. Tener clara la distinción entre lo que está bien y está mal, un conocimiento reflexivo de las cosas. Nobleza, rectitud, honestidad, respeto… No puedes asumir tu cargo bajo una promesa que eres incapaz de cumplir porque se cae por la base. Porque lo contrario de lealtad es traición. Lo contrario de conciencia es inmoralidad y lo contrario de honor es indignidad. Y no puedes prometer hacer “guardar la Constitución” si a la primera de cambio te la saltas.
Ahora más que nunca necesitamos unidad y seguridad. Hagan el favor de ponerse a trabajar y respetar a las Instituciones. Dejen de distraernos, de “cabrearnos” y de jugar a la república y asuman sus responsabilidades y si no, cojan la puerta y váyanse, total ya tienen asegurado un sueldo vitalicio que seguramente es lo que pretendían.