Y ahora que volvemos a estar confinados o medioconfinados, desfasados y asustados, es cuando nos volvemos a plantear la vida. Porque ya hemos comprobado que de esta ni salimos más fuertes ni mejores, sino todo lo contrario. En primer lugar lo primero que empezamos a dudar es si saldremos, aunque aquí contamos con la ventaja de que quien más y quien menos, por nuestra experiencia vital, sabemos que de todo se sale. Lo que sí tenemos claro es que saldremos debilitados, con una economía en caída libre y con una crisis sanitaria y social muy difícil de remontar. Pero de lo que no nos queda ninguna duda es de que no saldremos mejores.
La pandemia está sacando a flote todas las miserias y a todos los miserables. El mejor ejemplo lo tenemos en nuestros políticos, que nos mienten sin pudor, que no son capaces de ponerse de acuerdo ni por el interés común. Hablan de salvar vidas sin nombrar a los muertos, nos manipulan, nos enfrentan, nos crispan. Hablan de coronavirus cuando lo que hacen es política. Están instalados en el “y tú más” y más preocupados por ver a quién se le ocurre la frase más efectista que pueda hacerse viral en el Congreso, en lugar de buscar soluciones para salir lo mejor posible de la que tenemos encima o al menos intentarlo.
Y cuando vemos todo esto y nuestra imposibilidad para hacer planes, es cuando vemos que realmente la vida son días, unos mejores y otros peores, pero días… Días que intentamos salvar como buenamente podemos. Días que empiezan con prisa y con el “no llegamos”. Días que sabemos como empiezan pero no cómo van a terminar, o peor aún, días que sabemos cómo empiezan y cómo terminarán. Días que antes de que empiecen estamos deseando que acaben. Días ciertos y días inciertos. Días que empiezan soleados y se van volviendo grises. Días que empiezan fríos y se van volviendo cálidos. Días que empiezan con sueño y terminan sin poder conciliarlo. Días que empiezan despiertos y terminan insomnes. Días en los que nos cuesta mantenernos despiertos y días de los que no queremos despertar. Días que empiezan con sueños y terminan soñando. Días que empiezan con un buenos días y terminan con unas buenas noches. Días que empiezan con noticias y terminan con más noticias. Días que empiezan con ganas y terminan desganados. Días que nos comemos y días que nos comen. Días que empiezan en soledad y terminan con más soledad. Días que empiezan en compañía y terminan acompañados. Días que empiezan con control y terminan descontrolados. Días que empiezan con caos y terminan en orden. Días que empiezan felices y que es un triunfo que acaben de la misma manera…
Y ahora más que nunca es cuando somos conscientes de que esa es la vida, los días. Los que pasan, los que han pasado y los que vendrán. Esta es la vida que, si aún no lo hemos hecho, deberíamos empezar a vivir: La vida de los días, la vida del día a día, el día a día de la vida.
Esther Ruiz